Rómulo mató a Remo; o viceversa. ¿A quién le importa? Ambos ya están muertos. ¿O acaso alguien lo duda?
en un mundo tan presentista que intenta avanzar acoplado a los progresos tecnológicos ¿Hay tiempo para estar muerto? No. En épocas de neologismos, superhéroes, contraculturas y heteroestructuras la desconexión con uno mismo e tan amplia que ni siquiera tenemos tiempo de ser actuales; siempre estamos un paso atrás de la vida. La liturgia humana prioriza el hoy (y en menor grado, el mañana).
La muerte es tan artificial como los obituarios de La Nación, donde expiran pequeños grupos, élites exánimes que desfallecen cuatro o cinco veces, en orden alfabético y, a su posición aristocrática corresponde el respeto recibido. ¿Qué se siente leer una muerte? Nada. Caminamos sobre cadáveres anónimos, en cualquier sitio, cuerpos esparcidos.
¡Los Muertos No Existen! Aceptémoslo (en todo caso se hace muy difícil reconocerlo).
Según el taoísmo, es necesario crear una fuerza antagónica para justificar el convencimiento de la existencia. Por extensión, si la la vida es ser, ¿Cuántos vivientes que no son nada? ¿Cuántos difuntos que fueron, son y seguirán siendo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario